Cómo los orígenes de la visualización ayudan a entender
el futuro del periodismo


Por: Alberto Cairo

Hace doscientos veinticinco años, un joven ingeniero escocés —calavera, de rumbo profesional errático, algo pícaro y genial— publicó el libro que fundó la representación gráfica de datos. Titulado The Commercial and Political Atlas, un ejemplar del citado volumen llegó en 1787 a Luís XVI, el rey al que los revolucionarios franceses iban a llamar seis años más tarde "el último", justo después de decapitarlo. El monarca, aficionado a la cartografía, se quedó primero perplejo ante aquel extraño "atlas"; a continuación, levantó la mirada hacia Charles Gravier, conde de Vergennes, quien le había traído el libro como regalo desde Inglaterra, y exclamó maravillado que aquellas ilustraciones "hablaban todas las lenguas y eran claras y fácilmente comprensibles".

Y es que aquel "atlas" no contenía mapa alguno, como su título sugería, sino un tipo de imagen nunca vista hasta la fecha. Como ésta, que representa la evolución de la balanza comercial entre Dinamarca y Noruega entre 1700 y 1780:

William Playfair, el padre del Atlas, era heredero de los intelectuales escoceses que, desde el Edinburgo de mediados del siglo XVIII, plantaron la semilla de las revoluciones industrial y científica posteriores. Como sugiere un excelente libro sobre los pensadores de la época, "los escoceses inventaron el mundo moderno". En Edinburgo, Playfair se codeó con Adam Smith y David Hume, fundador del empirismo, y probablemente conoció al iconoclasta Erasmus Darwin, abuelo del autor de la teoría de la evolución; también trabajó a las órdenes de James Watt, inventor de la máquina de vapor contemporánea.

Gracias a sus amistades, Playfair se convirtió en un académico notable. Por desgracia, debido a un temperamento impredecible y a un cierto gusto por meterse en problemas financieros y legales, murió en el anonimato y al borde de la bancarrota en 1823. Tal vez eso explique por qué su nombre no es conocido fuera de círculos especializados.

La única disciplina a la que Playfair prestó atención sistemática fue la economía. Durante años recogió datos sobre los movimientos comerciales entre los países europeos y entre Gran Bretaña y las antiguas colonias de ultramar. Pronto percibió que es casi imposible percibir patrones y tendencias en meros conjuntos de números tabulados.


Playfair realizó el siguiente experimento: imagine una serie de cien números que representen los intercambios de mercancías entre Europa y América a lo largo de un año; ahora, dígame en qué meses aquéllos aumentaron y se redujeron; para hacerlo, su cerebro estudiará primero las cifras una a una y luego las visualizarácomo si fuesen una línea ondulante.

¿Por qué entonces no ahorrar esfuerzo a nuestros lectores adelantándonos a lo que sus mentes intentarán hacer? En vez de ofrecer unos números y obligar al lector a representarlos mentalmente, demos a esos números una forma gráfica y el lector percibirá rápidamente variaciones, diferencias y proporciones. No mostremos los datos; mostremos su silueta. En The Commercial and Political Atlas y en un segundo libro, el Statistical Breviary, Playfair inventó los tres gráficos estadísticos más comunes hoy en día: el de barras, el de fiebre, y el de tarta (o "de pizza").

Playfair fue premonitorio al explicar la utilidad de sus invenciones. En un párrafo escrito en el inglés de la época, avanzó una idea todavía vigente: "A medida que aumenta el conocimiento humano y las traducciones se multiplican, se vuelve más y más deseable abreviar y facilitar los modos de transmitir información de una persona a otra y de un individuo a varios". Un reciente documental titulado Journalism in the Age of Data, producido por Geoff McGhee, de la Universidad de Stanford, se hace eco de esas palabras, aplicándolas al periodismo:

El mensaje del documental es claro: en un único día de 2011 se generan tantos datos como en varios meses del pasado siglo y como en varios años de hace dos. La misión del periodista es dar sentido al mundo, organizar y sintetizar la masiva oleada de información en bruto que el auge la comunicación digital propicia; pero también — y esto es más importante hoy— diseñar herramientas para que los lectores completen dichas operaciones por sí mismos. El periodismo no es ya una disciplina textual y verbal, sino también visual, y lo visual no debe ser entendido como un mero adorno, como un entretenimiento ligero y bello, sino como una forma de discurso, tal vez como un género en sí mismo. La visualización de datos y la infografía son formas no sólo de mostrar unos datos, sino de explorarlos, analizarlos y contextualizarlos. De razonar sobre ellos.

Es revelador que sólo ahora, casi doscientos años después de la muerte de William Playfair, esas ideas sobre la verdadera misión de los gráficos estén comenzando a dejar de ser innovadoras (casi me atrevo a decir heréticas) para convertirse en obviedades dentro de las redacciones de periódicos y revistas. De esta transición entre lo innovador y lo obvio charlaremos en próximos posts.

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